Sunday, June 12, 2011

Charles Tomlinson: Una meditación sobre John Constable

















“La pintura es una ciencia, y debe ser ejercida como una investigación en las leyes de la naturaleza. ¿Por qué, entonces, no puede la pintura paisajística ser considerada como una rama de la filosofía natural, de la que los cuadros no son sino experimentos?
 (John Constable, The History of Landscape Painting)



Respondió a su propia pregunta, y con la sencilla 
exactitud del arte; enriqueció sus premisas 
confirmando su práctica: labor de observación 
ante fenómenos meteorológicos. Una serie 
de nubes atenúan el sol al pasar 
ante él. Oscuridad en masa 
de nuevo emborronándolo, dispersos y delicados 
rayos surgen húmedos de ellas, hasta que la fuente 
se desenmascara, inunda su orilla en retirada 
con fuego puro. Uno percibe (sólo apenas) 
los restos de nubes arrastrándose 
harapientas y a un cendal reducidas. 
Mas la siguiente hará de contención. Se avecinan 
y angostan su fulgor. Se reduce a un creciente 
oprimido, un rezumar aún prolongándose 
mientras la masa se adensa, aunque no puede celar 
su amarillo plateado. El eclipse es súbito, 
visto primero en la hierba en penumbra, más tarde completo 
en un cielo cubierto.
                                      Hechos. ¿Qué son? 
Él admiraba los accidentes, porque están gobernados por leyes, 
representándolos (pues la ilusión no era su fin) 
sometidos al sentimiento. El fin es nuestra aprobación 
libremente otorgada, la ilusión persuadiéndonos 
de su existencia como imagen humana. Presa 
de un sol ondulante, o bajo un viento 
que al mojar los contornos verdes de las riberas 
se prepara para disolverlos, debe crecer constante; 
aunque allí, desiguales e hirsutos, los inquietos árboles 
dejan pasar la distancia, como una niebla 
blanca en sus hileras rotas. Debe ser persuasivo 
y constante, no ser apartado
por revelar lo que apenas oculta. El arte 
es arte cuando como tal lo aceptamos. El día gira. Él habría 
pensado lo mismo exactamente ante tal luz, que a trancos 
desciende sobre las manchas rápidas de las sombras nubosas 
suprimidas ahora por su contienda de colores. 
¿Un pintor descriptivo? Si el gozo 
describe, arrancando del pincel 
el errar de la mente, tan comedida, 
puede renunciar a todo patetismo; pues lo que vio 
mostraba lo que él era y la mano –no guiada 
por el dictado de un solo sentido– 
encarnaba el preciso y total conocimiento 
en una caligrafía de presente placer. El arte es pleno 
si es humano. Es humano 
cuando los anudados pigmentos, los alfileres 
de la luz asegurándose un espacio bajo sus hábiles
restricciones convencen, como signo de una pasión posible, 
como indicio adecuado de la pasión 
y de su objeto. Miente el artista 
para mejorar a la verdad. Creedle.  



                           
                               Traducción de José Luis Fernández Castillo

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