Oración
Desde la verja del muelle, observo los alevines, miles, arremolinarse,
cada uno de ellos un músculo mínimo, pero sin la
manera de crear corriente, convirtiendo su simultaneidad (girando, des
-plegándose,
entrando y saliendo de su unión al unísono), convirtiéndose
en una corriente visual que no puede influir o desplazar
en partes diminutas los descensos y volutas ascendentes del agua,
los ciclos de estelas de los barcos que recalan en los bordes del muelle, allí donde
golpean más honda resistencia, agua que parece reventar en
sí misma (tiene esas capas), una verdadera corriente aunque casi
invisible enviando a lo visible (alevines) flechados impulsos
que fuerzan al cambio–
esto es libertad. Esta es la fuerza de la fe.
Nadie consigue lo que desea. Nunca más eres el mismo. El anhelo
es ser puro. Lo que logras es ser transformado. Más y más por
cada minuto resplandeciente, en los que la infinitud se hila a sí misma,
también el olvido, por supuesto, los temblores de algo
en el mar. Aquí, manos llenas de arena, dejándola tamizarse
en el viento, las miro y digo toma , esto es
lo que salvé, tómalo, deprisa. ¿Y si escucho
ahora? Escucha, no estaba diciendo nada. Era sólo algo
que hice. No pude elegir las palabras. Soy libre de marcharme.
No puedo por supuesto regresar. No a esto. Nunca.
Es un fantasma posado en mis labios. Aquí: nunca.
Traducción de José Luis Fernández Castillo
Traducción de José Luis Fernández Castillo
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